En España alrededor de 9 millones de personas (el 25,9% de la población) padece dolor crónico, un problema que tiene importantes repercusiones laborales y personales y para el que hay un escaso acceso a los recursos especializados. Además, según datos de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia, un 50% de las personas con dolor crónico recibe un tratamiento insuficiente y un tercio no llegan a recibirlo.
Las personas que sufren dolor crónico se ven limitadas a diario para llevar a cabo las actividades de la vida cotidiana de forma autónoma o sin que les suponga un esfuerzo excesivo, ya que hay días en los que hasta levantarse de una silla o de la cama se convierte en una odisea. Vivir constantemente con dolor no es fácil, no solo te limita a la hora de realizar cualquier actividad de la vida diaria, si no que también te llega a afectar psicológica, económica y socialmente.
El dolor te incapacita, desespera, irrita, te hace estar de mal humor... y ya no solo afecta a la persona que lo padece, también a su entorno. En definitiva, el dolor puede afectarte emocionalmente porque no eres capaz de vivir de forma autónoma en la mayoría de casos y eso provoca frustración y falta de seguridad y confianza en si mismx. Llevar a cabo una jornada laboral o simplemente salir a tomar algo puede hacerte sentir impotente o irritadx por miedo a no “estar a la altura”, “no seguirles el ritmo”, “molestarles”...
Vivir con dolor crónico es un desafío diario que puede afectar en gran medida la calidad de vida de una persona. El dolor crónico puede ser debilitante, limitando la capacidad de realizar actividades cotidianas y causando dificultades emocionales y sociales. Por ello, es importante aprender a manejar el dolor de manera efectiva e intentar adaptarse a los cambios en las limitaciones físicas y emocionales que pueda causar. A pesar de los desafíos, es posible llevar una vida plena y significativa con dolor crónico, encontrando formas de mantener la esperanza, la conexión social y el bienestar emocional.
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